¿Las casualidades existen?

Estos dias un recién estrenado amigo me preguntaba: ¿Entonces, según tú, las casualidades no existen? Buena pregunta que requiere que observemos a algunas leyes del universo.

 

Como llevo 12 años ya enseñando a la gente a interpretar sus sueños, sus señales en la vida real, sus patrones que se repiten, he tenido la oportunidad de estudiar cientos, sino miles de las tan mal llamadas casualidades.

 

Mi diccionario dice que casualidad es “combinación de circunstancias imprevistas que no se pueden evitar”, causalidad sin embargo es “ley en virtud de la cual las causas producen los efectos”

 

Algo casual tiende a referirse a un suceso no buscado, no preparado, algo fortuito, y eso, siempre según mi punto de vista, no existe en el universo donde impera las leyes de “la causa y efecto”, la “ley de la atracción”, y que junto a la “sincronicidad”, marcan nuestro devenir por este planeta. Si no observamos el baile que se marcan las tres, difícilmente podremos interpretar lo que nos ocurre.

 

Creer que todo es casual es aburrido además de inexacto. Prefiero creer, y parece que la ciencia apoya la idea, que el universo tiene un orden, encierra un misterio en si mismo, y nuestro reto es aprender a interpretarlo, estudiarlo y dominarlo, algo así como desarrollar nuestra capacidad para ser co-creadores dentro de un sistema que en si mismo admite que lo seamos. No en vano Jesucristo dijo eso de que somos Dioses, en potencia claro; dudo que lo dijera a la ligera, ese nunca fue su estilo.

 

sembrar, ley de atracción, ley de causa y efectoLo que llamamos casual no es más que la conjunción en un mismo lugar y tiempo, por obra y gracia de la ley de atracción, de causas de la misma naturaleza o vibración que producen efectos muchas veces recíprocos. Esto no es nada nuevo, el refranero esta lleno de dichos que lo refrendan, “Dios los cria y ellos se juntan”, “quien busca encuentra”, “el que la hace la paga”…..”el que siembra, recoge”, todos aluden a una causa, a veces lejana, que acaba materializando un efecto. Si no buscamos la causa, puede que los efectos nos parezcan casualidades, pero la mayoría no lo son, son efectos de causas.

  La casualidad puede convertirse, y de hecho se convierte, en la herramienta perfecta para eludir la responsabilidad de ser causante de algo que no gusta. Si aceptamos la casualidad nos evitamos tener que trabajar y aceptar si hay algo que hayamos podido pensar, sentir o hacer, que fuera la causa de ese efecto no deseado.

A veces se generan causas comunes o lideradas por una persona o personas, y otras las usan de causa particular, generando efectos, que a su vez se convierten en otras causas. Si por ejemplo dos personas buscan encontrar un amor, y ambas usan un determinado chat de internet, que está causado por otros, acabarán encontrándose. Pero desde el principio, había una intención común en ambos, esa intención común les llevó a encontrarse de alguna manera, la mente les guió a tomar decisiones dependiendo de su objetivo. A veces esa intención no es común, pero cada persona encuentra en el otro justo lo que estaba buscando, lo que necesitaba aprender para avanzar. Lo que una ofrece es lo que la otra busca y viceversa. Aunque es importante saber interpretar correctamente la señal.

 

También es importante resaltar,  que causas que una  persona o grupo de personas han creado, pueden generar efectos colectivos dificiles de calibrar. Aún así esos efectos son vividos de diferente manera dependiendo del individuo que lo experimenta.

 

La mente en búsqueda es un motor infalible que desata las fuerzas creativas del universo. El objetivo o intención que tenga esa búsqueda determinará el efecto, que no será el mismo (siguiendo con el ejemplo anterior) si alguien busca el verdadero amor, que si no especifica qué tipo de amor busca y se encuentra con el reflejo del amor que se tiene a si mismo. Si no sabe amarse a si mismo atraerá a una persona que no sabrá amarlo, y entonces no entenderá porque atrae a ese tipo de personas, pero había una causa. Aunque si es de los abiertos a aprender, sabrá buscarse alguien con la misma inquietud y a prenderán juntos a amarse mutuamente…..o no.

 

Si alguien busca desesperadamente la verdad y envia al universo ese deseo, puede que la verdad que el universo le proporcione por obra y gracia de la mal llamada casualidad,  no sea de la manera ni tenga la forma que se había imaginado, pero siempre será la real,  la que sostiene en su inconsciente. El consciente puede tener una imagen de uno mismo determinada, pero el inconsciente es la que tiene la real, y atraemos desde allí nuestras manifestaciones físicas. Es decir, uno encuentra el espejo de su propia causa reflejada en otro, aunque esa causa sea inconsciente, y sobre ese espejo puede verse y trabajarse. A  eso le llamamos proyección.

 

Si uno quiere entrar en el baile mágico de la sincronicidad, en el que lo que vivimos internamente y los sucesos del exterior coinciden, hemos de entrar en otro patrón diferente, el de aceptar al universo como causante de nuestra realidad. Si aceptamos que el universo nos guía hacia nuestro mejor bien, entonces tendremos que aprender a leer las instrucciones en él, a la vez que vamos trabajando las mejores intenciones por nuestra parte. Si pretendemos tomar parte y ser co-creadores del universo, hemos de saber trabajar con él, y no a espaldas de él. Por ejemplo, no es lo mismo buscar aprovecharnos del planeta para beneficio propio, que buscar el beneficio mutuo, pensando en su bienestar además del nuestro. El universo ayudará a hacer realidad los proyectos con esta intención.

 

Muchas de las “casualidades” ratifican el patrón de “no hay mal que por bien no venga”. Estudiemos una manera mejor aún de atraer el bien, y es dando por sentado que “NO HAY BIEN QUE POR BIEN NO VENGA”. Los mensajes del universo nunca vienen de sopetón hay avisos, señales, pistas a las que debemos hacer caso. Podemos aprender, decidir, fluir con nuestras decisiones aceptando que el universo nos guíe “por las buenas”. Confiando en su bondad e infalibilidad, entraremos en este estado de sincronicidad mágica que nos dará la lectura correcta del camino a seguir: seguir la pista a lo que fluye, dejar ir o reprogramar lo que está bloqueado. Cuando algo no fluye hay que trabajarlo mejor, buscar otras vias, revisar intenciones, asegurarnos que no tenemos patrones negativos en contra, buscar información que nos ratifique la intención positiva.

 

En este modo de avanzar, hemos de darle una oportunidad a la intuición, seguir las señales que nos van mostrando el camino. Cuando le damos tantas vueltas a la cabeza buscando una solución a algún problema, obviamos esa ayuda tan útil en momentos difíciles, la intuición, esa que habla bajito, pero que no se equivoca, y que tan ligada está a la emoción calmada.

 

Por ultimo, cuando entramos en sincroncidad, cuando aprendemos a fluir con el universo a la vez que vamos moldeando nuestras manifestaciones físicas desde la intención, es importante entender que lo que apoya el universo es la evolución del alma, y que para eso hay que entrenar al ego para estar a su  servicio.

 

El universo no nos dará lo que creemos querer desde el ego no educado, nos da lo que necesitamos, lo que el alma demanda para hacernos crecer como personas. Nuestro trabajo es buscar ese crecimiento a través de experiencias buenas, agradables, poniéndonos retos constructivos, siguiendo nuestros verdaderos valores e intuiciones. Pero si deseamos crecer, avanzar, evolucionar y ser felices y no nos ponemos retos, entonces las circunstancias nos obligarán a ello.

 

Si lo que hemos estado enviando al universo son ideas y energías negativas, es mejor retarnos a nosotros mismos, educarnos a través del trabajo personal, que esperar que el universo nos devuelva por ley de causa y efecto la negatividad que le hemos vertido.

 

Si enviamos ideas y energías positivas, entonces las señales que nos enviará nos irá desvelando el camino a seguir, ayudándonos a navegar superando la dualidad, las causas y efectos ajenos, las turbulencias de la lucha del bien y del mal existente en el sistema, llegando a una unidad sin tacha de lo interior con lo exterior, ese estado de gracia llamado sincronicidad que tanta felicidad proporciona al que la experimenta.

 

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Beatriz Fernández del Castillo

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