Hoy en dia todo el mundo opina sobre todo y sobre todos. Los «opinólogos» llenan los medios de comunicación y por extensión la vida social, y además se pide respeto a todas las opiniones por igual porque se sostiene como norma que todas las opiniones son respetables ¿Es eso cierto? ¿Tienen el mismo valor todas las opiniones?
Hace unas semanas en una cena, una de las comensales defendía a capa y espada que se aprende de los alumnos igual que de un maestro. Decía que la experiencia por ejemplo de los niños era igual de respetable que la de los mayores. Pero es obvio que para ciertas cosas es preferible aprender de la experiencia de un maestro que de la de un niño de cinco años. Eso no quita para que un niño pueda enseñar cosas como la inocencia o la curiosidad infinita al que la ha perdido con los años, pero de experiencia de la vida un niño aún no puede enseñar mucho. ¿Verdad?
El tema está en ¿A quién debemos hacer caso, quién nos debe inspirar a la hora de tomar decisiones?. ¿Debemos respetar las opiniones de las personas que tienen experiencia y sapiencia en el tema que se busca avanzar, o todas las opiniones son igual de válidas y respetables?. Me temo que no, tomar una decisión en base a una opinión infundada, falsa, interesada o poco fundamentada es sinónimo de problemas a largo plazo.
Si quiero saber de jugar al fútbol, la opinión de Cristiano Ronaldo al respecto será más valorada y respetada que la de mi panadera, pero si quisiera hacer una buena base de pizza seguramente la receta de mi panadera le daría varias vueltas a la de Ronaldo. La experiencia es un grado a la hora de elegir a quien emular o de quien aprender.
¿Pero qué pasaría si quisiera mejorar el mundo? ¿Qué opinión sería la mejor? Sin duda la de aquellos que buscan mejorarlo, pero nunca la de los que buscan perpetuar los errores que lo mantienen en el desequilibrio. El rasero para valorar cualquier opinión es el objetivo que se busca alcanzar. Cuanto más elevado es el objetivo, más hemos de saber discernir la verdad de la falsedad, la sabiduría de la ignorancia, la luz de la oscuridad.
Una opinión no es nada si no está basada en algo certero y valorable, como una verdad, una investigación, una experiencia sostenida y fundamentada sea material o espiritual, una observación, un conocimiento del tema, un sentimiento definido, respetar todas las opiniones por igual cuando no todas tienen el mismo nivel de veracidad, experiencia o estudio, rebaja la verdad al nivel de la ignorancia, la mentira y la justificación. Cuando emitimos opiniones basadas en una información reducida o falsa, muchas veces manipulada por los medios, los intereses y por otras personas a su vez ignorantes del tema, que a su vez tienen poca información o sesgada, corremos el riesgo de defender y por lo tanto atraer lo que sostenemos con tanto ahínco. ¿Y si es una verdad a medias, o una información falsa, negativa, peligrosa o mentira?. ¿Qué consecuencias puede traernos no verificar en lo posible la información que nos llega del exterior?. A eso hay que sumar el hecho de que la verdad puede estar repartida entre varias personas, hechos y circunstancias, y que sólo podemos acercarnos a ella buscándola con verdadero interés. Nos va en ello el éxito de una decisión acertada.
La ignorancia de la ley no exime de su cumplimiento, asimismo la ignorancia de las leyes del universo no evita que las consecuencias negativas de una mala elección se manifiesten a largo plazo. Lo que si podemos hacer es verificar, cuestionar, investigar, contrastar, cerciorarnos de que la información que manejamos sea la mejor posible, antes de tomar ninguna decisión que pueda ser determinante para nuestro futuro .
¿Qué ocurre cuando un joven acepta como verdad algo falso y lo convierte en patrón, como una adicción a las drogas, o una justificación de la violencia?¿Sabe cuanto tiempo tardará en experimentar esa mentira y volver a su ser? Años de su vida, y mientras tanto la habrá destruido en su mayor parte. Que importante es ejercitar el buen discernimiento desde tempranas edades, algo que en la sociedad actual es difícil de llevar a cabo, pues cualquiera puede educar, inspirar y manipular desde cualquier medio, y se defiende que todas las ideas son respetables por igual. ¿Y si esas ideas atentan contra los derechos de los demás y los derechos de la vida o de la naturaleza? ¿Dónde está y quién decide lo justo?
Es verdad ese dicho que la vida acaba por poner a todo el mundo y a todo en su sitio, porque las verdades que rigen el universo tarde o temprano pesan más que las mentiras o las inexactitudes, y a la larga se manifiestan tal cual son. Pero también es verdad en que en ese tiempo, los errores cometidos por crear el mundo en base a opiniones e informaciones falsas, ignorantes o interesadas pueden hacer mucho daño.
El joven que recién estrena el mundo, por ejemplo, cuando aun no ha experimentado los límites del cuerpo humano, en ocasiones lo somete a costumbres y adicciones que según su opinión son buenas, pero no lo son. Solo responden al gusto pero no al bien común, el respeto por la vida, al respeto a los demás y a si mismo… Para cuando se dé cuenta puede que se haya cargado ya su salud o sus neuronas para siempre.
Un adicto por ejemplo, puede dar su opinión respecto a su adicción que es buena para algo, como que el alcohol mejora las relaciones sociales. Eso es cierto quizá a corto plazo porque aligera la lengua, pero a largo plazo es nefasto porque se pierde consciencia, control de cualquier situación y sobre si mismo, además que ser un atentado al cuerpo y a la salud. A veces la propia opinión es la peor de todas.
La opinión valida de un adicto es la que da cuando ya sabe salir de ello, cualquiera anterior a esa no es respetable porque arrastra a otros a su pozo.
El ignorante pretende que su opinión sea igual que la de los que no lo son, pero no debe ser así. Y digo el ignorante en un tema en particular, porque la experiencia me dice que todo el mundo sabe de algo y puede opinar de eso que sabe, pero en otras cosas de las que no sabe mejor que no trate de influir con su opinión porque difunde el mal y la mentira, incluso aunque no sea su intención.
Respetar la opinión de un ignorante es rechazar la del sabio que nos llevaría al bien, y eso no es recomendable.
Respetar la opinión del sabio es rechazar la del ignorante que nos llevaría a la ruina y la confusión, y eso está bien.
Moraleja, el quid de la cuestión está en saber reconocer al sabio y al ignorante y aprender del mejor la verdad, incluso cuando el sabio puede ser ignorante en un tema y el ignorante un sabio en otro. La opinión que vale es la del que sabe del tema que habla, y que además tiene una visión de conjunto que le permite ser certero en sus conclusiones, pues un tema suele tener otros relacionados. Seguir al que no sabe reconocer que es un ignorante en un determinado tema es el primer paso a la experiencia del fracaso. El respeto debe ganarse.
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Beatriz Fernández del Castillo
Formación online Autoevolucion.com