Los arquetipos familiares (Padre, madre, niño y niña internos) son la base fundamental en la construcción de toda psique humana, y su influencia decisiva en nuestro equilibrio interno. Intervienen de forma consciente o inconsciente en prácticamente la totalidad de los patrones de pensamiento, sentimiento y conducta que construimos, como el de la creatividad, las relaciones o el trabajo etc….
Estos cuatro arquetipos representan los cimientos, el alfabeto con el que escribimos nuestra historia vital y evolución positiva o negativa, sobre ellos se construye una personalidad equilibrada o desequilibrada, y de ellos depende el orden de todos los demás patrones. Los grabamos en nuestra más tierna infancia tanto de la familia directa como de los roles culturales de la sociedad en dónde nacemos, nos influyen el resto de nuestras vidas, y a su vez repercuten en la siguiente generación de forma determinante.
Es nuestra responsabilidad aprender a sanar y transformar nuestros arquetipos familiares, para transmitir a nuestros hijos una herencia de patrones en equilibrio, pues de ello depende su futura sabiduría, creatividad, felicidad y éxito en la vida.
Lo que heredamos y transmitimos
Los padres tienen la tarea de guiarnos, formarnos y enseñarnos acertadamente en sus dos vertientes de manifestación masculina y femenina. Aprendemos sus modelos por imitación, nos impregnamos de su esencia en la infancia de manera inconsciente, sin darnos apenas cuenta. Esos modelos con el tiempo se convierten en los propios, los ejercemos con nosotros mismos a partir de la pubertad, y más adelante sobre nuestros hijos, y asi sucesivamente.
Recientemente la ciencia ya acepta que no heredamos los genes en si, sino los patrones formadores de esos genes. Por lo tanto, si somos capaces de modificar esos patrones, también seremos capaces de reprogramar nuestra genética. Eso nos da un margen maravilloso de responsabilidad y creatividad con nosotros mismos, una oportunidad para elegir en todo momento nuestro devenir en el futuro.
Nuestros genes no nos determinan realmente, si somos libres de crearlos conscientemente, tenemos la capacidad de reprogramarlos a voluntad, y esa es una maravillosa y esperanzadora noticia.
Los cuatro arquetipos fundamentales
Los padres internos rigen nuestro liderazgo interno, es decir, cómo nos cuidamos a nosotros mismos tanto a nivel mental como emocional, cómo elegimos, trabajamos, nos cuidamos, creamos, nos disciplinamos, o nos relacionamos. Niño y niña internos determinan cómo llevamos a cabo todo lo que nuestros padres internos deciden, cómo nos obedecemos, investigamos, construimos, y terminamos con mimo las tareas que nos proponemos.
La integración de estos cuatro arquetipos funciona como un “sistema operativo” que rige la funcionalidad de todos los demás patrones de nuestro sistema interno, nos permiten unir mente, corazón y acción de cualquier actividad en la misma dirección. En desequilibrio pueden ser los causantes de la disfunción de todos los demás patrones.
Los arquetipos familiares programados en positivo integran la inteligencia y el amor en las acciones de la persona, permitiendo el desarrollo de todas sus cualidades y dones, proporcionando un sentido a la vida, además de equilibrio, autoestima, creatividad, fuerza y alegría. Gracias a este equilibrio la vida tiene sentido trascendente, está en evolución constante, llena de creatividad y carente de rutina. Cuanto más conscientes seamos de cómo estamos construidos, más capacidad tendremos de mantener ese equilibrio a voluntad.
Los mismos arquetipos programados en negativo generan creencias poco inteligentes, frecuentemente asociadas a emociones y actitudes negativas de duda, miedo o estrés. Cuando el equilibrio se rompe la persona tiene dificultades para entender las consecuencias de sus actos (ley de causa y efecto, arq. padre), cómo genera sus circunstancias (ley de atracción, arq. madre), y le cuesta crear su propia felicidad o la vida que desea. Por esa razón experimenta ocasionales o frecuentes episodios de frustración, falta de autoestima y falta de productividad.
Cuando comprendemos y programamos una estructura de “unidad familiar interna” sana y productiva, cualquier reto en la vida tiene más posibilidades de éxito, los objetivos están más claros, sabemos lo que tenemos que hacer, cuándo y cómo, y los resultados suelen venir acompañados de sabiduría y éxito. El reto al final siempre es el mismo, adquirir cada vez más consciencia de nuestro poder co-creador con la fuente ilimitada del universo.
Beatriz Fernández del Castillo
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